En México, el día de muertos nos ha inspirado a contar las historias más bonitas de los que ya no están.
Los que nos quedamos y los vemos partir, con el tiempo nos convertimos en su voz y cada año revivimos a esos que nos dejaron con lo más bonito de su existencia. Una historia.
Él es Ricardo y todos los domingos desde que era un niño, se sentaba con sus padres a comerse un bisquet con mermelada y a disfrutar de un delicioso café en la sucursal de la Nápoles.
Como los millones de mexicanos que lo hacemos cada fin de semana. Para darle vida y valor a la tradición de sentarse con los abuelos y nuestros padres a escucharlos, a observarlos y a quererlos,
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